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Cuando la Ética se convierte en urgencia

Por Cristina Zúñiga – Directora Cultura Compliance Chile

Desde hace un par de años vengo impulsado con fuerza los conceptos de ética, integridad, cumplimiento en el ámbito corporativo, es decir, el compliance. Esa motivación, además, me ha impulsado a darle vida a Cultura Compliance Chile porque creo firmemente que hay una oportunidad, detrás de la obligación legal, de ser una mejor sociedad. Entonces no me puede dejar de impactar y preocupar el asesinato de Brian Thompson, director ejecutivo de UnitedHealthcare, frente al Hilton de Manhattan en un acto que la policía describió como premeditado. Devastador y sin justificación posible, este hecho nos confronta con el horror de una pérdida humana, pero también con preguntas que van más allá de la violencia y tocan el núcleo de nuestra vulnerabilidad como sociedad.

El asesinato de Thompson, líder de la mayor aseguradora de salud en Estados Unidos, pone en evidencia un sentimiento global: la desesperanza que millones de personas experimentan frente al acceso a bienes básicos como la salud, la vivienda y el alimento. Entiendo que nada puede justificar una tragedia como esta, pero también sería irresponsable no observar las señales que emergen de estos episodios: una sociedad fracturada, personas que sienten que las instituciones, las empresas y los gobiernos han fallado en su propósito esencial de proteger la dignidad humana.

¿Las organizaciones siguen basando sus decisiones únicamente en métricas de rentabilidad? ¿Quién se ocupa de la ética? ¿Qué lugar ocupa la integridad en las prioridades estratégicas de empresas y estados? La verdad incómoda es que las crisis que observamos —ya sean sociales, climáticas o económicas— son también crisis de liderazgo moral.

La responsabilidad social no puede seguir siendo un anexo en los reportes anuales. La sostenibilidad debe trascender como un principio rector, no solo para cumplir leyes, sino para cumplir con las personas y con nuestro entorno.

El filósofo Emmanuel Levinas postulaba que la ética comienza con el rostro del otro; es decir, con el reconocimiento de la vulnerabilidad y la humanidad que compartimos. En esta época donde millones de personas allá… y acá…vemos los derechos básicos como un privilegio inalcanzable, este llamado ético no puede ser ignorado. También lo advertía Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, al decir que el desarrollo humano es el verdadero indicador del progreso, no los índices financieros.

El asesinato de un líder empresarial en el corazón de Manhattan debería invitarnos a reflexionar sobre cómo las organizaciones moldean la sociedad en la que operan. Es tiempo de que las empresas trasciendan su lógica transaccional y abracen un propósito transformador, que coloque al ser humano y sus necesidades en el centro.

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